Niños desobedientes a partir de 3 años. ¿Qué podemos hacer?
Los niños desobedientes desesperan a los padres y son fuente de disgusto familiar. Claudia Quiroz, psicóloga del centro Crece, nos da pautas para ayudar a nuestros hijos a hacernos caso.
Los padres, abuelos y educadores somos los “Pepe Grillos” de los niños; inicialmente, hay que acompañarles y corregirles y luego, a medida que van madurando, nuestra función es intentar describir, explicar y ayudar al niño a ser consciente de las consecuencias de sus actos. Todo esto, con el fin de ayudar a nuestros niños para que poco a poco vayan desenvolviéndose de manera más segura e independiente.
Este proceso se va a ir dando poco a poco. La edad del niño marca la forma en que los padres manejemos la desobediencia. El objetivo es que el niño vaya adquiriendo capacidades que le permitan ir comunicándose e integrándose en el entorno en el que va a vivir.
La desobediencia es normal en todo este proceso. El niño está descubriendo los límites del entorno, diferenciando lo que es correcto de lo incorrecto, lo que se puede y lo que no se puede hacer. Y el niño no puede encontrar solo estas respuestas, los adultos le tenemos que guiar y ayudar.
¿De verdad es un ‘niño desobediente’?
Muchas veces los adultos tendemos a decir, “qué desobediente es este niño”, cuando el niño está inmerso en el disfrute de la exploración y descubrimiento.
Con esto lo que quiero que tengáis presente los padres es que el niño, cuando es pequeño, no tiene como motivación incordiar, sino explorar, y para ello tiende a utilizar sus sentidos.
Dejar explorar al niño dentro de ciertos límites es sano para el desarrollo de su autocontrol.
A los 3 años, la obediencia se vuelve más compleja
A partir de los 3 años comienza la etapa de la comprensión de palabras y oraciones, cambia nuestra manera de comunicarnos con los niños.
Si queremos educar a nuestros hijos de esta edad y hacer que nos comprendan, las frases deben estar enfocadas de manera afirmativa, ya que esto les permite comprender mejor los acontecimientos. Por ejemplo: en vez de decir: “no tires tus juguetes, o tus zapatos”, es mejor decirle: “deja los juguetes en la caja, o dáselos a mamá”. Cuando el niño hace lo que le pedimos, siempre hay que acabar con un elogio, como “muy bien”.
A esta edad el niño será mucho más receptivo que en etapas anteriores, comprenderá que ha dado alegría a mamá y a papá y se sentirá feliz y querrá volver a lograr ese momento, y por ende, tenderá a repetir la acción. Cognitivamente, los NO, solo se comienzan a entender a los 3 años.
¿Qué podemos pedir a un niño de tres años?
A medida que el niño crece, las normas se harán cada vez más complejas. Un niño de esta edad debe ser capaz de: recoger sus juguetes solo o con muy poca ayuda, comer solo, no interrumpir a los adultos, ir al baño con ayuda, ir de la mano por la calle, lavarse los dientes, vestirse solo, responder a la primera en instrucciones como irse a la cama, dejar de ver la televisión, ir a ducharse, ayudar a poner y recoger la mesa, ayudar a hacer su cama, no pegar, no gritar al hablar, escuchar mientras le hablan…
La actitud de los padres, firmes y afectuosos
Una manera, de hacer que el niño aprenda a seguir instrucciones y posteriormente incorpore el concepto de obedecer, es hacer hincapié en explicarle que los adultos son los que deciden, ya que está bajo el cuidado de ellos.
Para ello, es importante que estos adultos, ya sean los padres, o los abuelos, sean coherentes, firmes y afectuosos en el momento de enfrentar diversas situaciones y pongan los límites in situ manteniendo la calma.
La coherencia es la base del respeto y da seguridad a los niños.
Es muy importante hacer bloque frente a los niños, es decir, que tanto papá y mamá son los que tienen la autoridad de crear los hábitos, y por lo tanto no se debe devaluar a ninguna de estas figuras frente al niño.
La obediencia a partir de los 5 ó 6 años
A partir de los 5 ó 6 años, aún es momento de acompañar a los niños en sus razonamientos. A esta edad, es muy positivo hacer que el niño verbalice las posibles consecuencias de sus actos. El niño es más consciente y tiene capacidad de razonar el por qué y para qué de las cosas.
De esta manera, los niños van aprendiendo a respetar las rutinas y adquieren poco a poco disciplina en sus actividades, lo que va acompañado de la validación, respeto y consideración a lo que los adultos piden, es decir, a la obediencia.
Una lista de normas y rutinas
En resumen, para poder establecer rutinas y hábitos es necesario que ambos padresdiseñen un listado con actividades y normas a seguir en la casa.
Estas deben incluir horarios de baños, alimentación, juegos en solitario del niño y juegos de los padres con ellos, de las comidas, de ir a dormir, de salir de paseo, de cuentos, etc.
Es importante que las normas sean pocas y ajustadas a cada edad.
Lo ideal es acompañar estas rutinas con símbolos o rituales, por ejemplo: para leer el cuento, el niño tiene que estar bañado, con pijama y metido en la cama, si no es así…NO HAY CUENTO, aunque llore, patalee y os de tristeza, este es el punto que nos ayudará a transmitir los límites y el encuadre de seguridad a los niños.
La flexibilidad también es necesaria
Dependiendo de las circunstancias o de la estación del año, algunas rutinas son más o menos difíciles de llevar a cabo. Por eso es necesario dejar abierta la posibilidad de flexibilizar. Así, poco a poco, los niños van cogiendo seguridad. Lo que lleva a los niños al caos es no poder gestionar emociones como el temor o la tristeza.
Claudia Quiroz Chavarría es psicóloga infantil del Grupo CRECE