Sobre hábitos y rutinas

Nuestros niños han comenzado las clases y día a día, han ido superando el período de adaptación y la repetición constante de ciertos hábitos y rutinas, les permiten adaptarse mejor ya que les proporciona regularidad y les da seguridad.

Como bien sabemos, los conceptos de hábitos y rutinas están estrechamente ligados. Cuando establecemos rutinas en la vida de un niño, estamos inculcando hábitos en la vida diaria, lo cual genera ciertos beneficios.                                                          Ayudan al niño a anticipar lo que viene y a manejar la ansiedad, a saber que se espera de ellos y cómo deben actuar, aprenden que hay normas que respetar y límites que acatar.

Ahora bien, para adquirir hábitos es necesario:

  • Tener claridad respecto a lo que se debe hacer.
  • Explicarlo varias veces y mostrarles el procedimiento.
  • Enseñarle a los niños a posponer la satisfacción inmediata de ciertos impulsos para poder cumplir con lo esperado en ese momento.
  • Darle tiempo para que pueda hacerlo.
  • No supervisarlo continuamente, darle un poco de autonomía.
  • Estimular sus logros y asociarlo a algo agradable.

Por sobre todo, para que los niños puedan adquirir ciertas rutinas es importante que los adultos sean pacientes y tolerantes; siendo conscientes que cada edad tiene su propio ritmo y cada pequeño, su forma de ser.

Debemos aprovechar su natural gusto por el juego y lo novedoso, su tendencia a imitar a aquellos que le importan y su agrado por recibir nuestros halagos, creando un clima apropiado y agradable. Cuando estas actividades se logran asociar con el disfrute es más fácil establecer una disciplina y una regularidad que propicien la formación del hábito.

La organización de la rutina diaria es uno de los aspectos que más contribuyen a encauzar toda la energía del niño, tanto en casa con los horarios de las comidas, la hora de ir a dormir e higiene como en el jardín.

Nuestros niños progresivamente están comenzando a incorporar los hábitos y rutinas del jardín, lo que les permite manejarse con autonomía,  confianza, seguridad y respeto hacia su grupo de pares y su entorno. A su vez, serán capaces de anticipar lo que va a acontecer, lo cual les proporciona la confianza necesaria para desenvolverse con libertad y certeza.

De este modo, incentivamos el hábito de guardar, de lavarse las manos antes de merendar, de lectura de cuentos, de trabajo en mesa, de compartir, escucharse y comprenderse entre amigos, entre otros.

López, E. & González, F. (2006). Disciplinar con inteligencia emocional: técnicas para enseñar hábitos y valores en los niños. Ediciones Gamma.